miércoles, 31 de diciembre de 2014

El pasado reciente, cada vez más remoto



¡Ay!, ¡que se me acaba el año!

Hace unos días, nuestro compañero Eduardo nos llamó la atención sobre la necesidad de proteger nuestro patrimonio. Como es un tema que me interesa mucho, he querido hacer también una aportación al respecto.

Cuando hablamos de patrimonio histórico-artístico, nos vienen a la cabeza las grandes obras artísticas de la humanidad. Son creaciones excepcionales, que destacan sobre el resto y merecen ser preservadas como testimonio de los logros de la civilización. Hay, sin embargo, toda otra serie de vestigios, más o menos reconocidos, que dibujan el paisaje de lo que hemos sido y de cómo hemos llegado a lo que somos ahora. No se trata, en muchos casos, de grandes obras, pero son o deberían ser elemento de nuestra propia identidad. Y sí, de paisajes trata la cosa: geografía e historia van aquí de la mano. Hablo del paisaje rural, aquel propio de la provincia de Ciudad Real, que es el que tenemos más cerca y he podido observar con mayor detenimiento.


El entorno de la provincia de Ciudad Real está salpicado de innumerables vestigios de un tiempo en el que las gentes vivían atadas a la tierra. No hace falta ir muy lejos, en el propio término de Ciudad Real hay muchos. El campo era un espacio habitado, trabajado, transitado, conocido, vivido. Esto se traduce en quinterías y casas de campo, norias y albercas de antiguas huertas, molinos harineros, caminos tradicionales y vías pecuarias, antiguos puentes, etc. Una serie de elementos que trazan un recorrido histórico de larga duración. Un recorrido que puede enlazarse, remontándose en el tiempo, con el discurso sobre el poblamiento de este territorio narrado por la arqueología tradicional.

Todos conocemos el gran celo con el que, particularmente en la capital, se ha erradicado lo “viejo” y “miserable”, para hacer sitio a lo “nuevo” y al “progreso”. Un proceso que ha llegado hasta el presente. Si esto ocurre en la ciudad, la situación del campo es deplorable. El olvido es absoluto, la ruina progresiva. Se está perdiendo de manera acelerada un patrimonio que apenas hemos llegado a conocer y valorar. La identidad de un territorio no puede tener un vacío de siglos acabándose en la edad moderna. Los modos de vida tradicionales, la arquitectura popular, el patrimonio industrial y el paisaje que todos ellos han construido son también parte de su identidad.


 

Como futuros docentes, tenemos una oportunidad única para trabajar con los estudiantes en una nueva valoración del entorno. Un entorno que cuenta con numerosas herramientas para comprender el cambio histórico así como la transformación del territorio. Disciplinas como la geografía emocional y la geografía de la percepción nos sirven para comprender cómo la subjetividad de las personas y el establecimiento de vínculos afectivos con el entorno explican también la evolución del mismo. Desde la historia, la reflexión sobre los procesos de cambio y pervivencia, especialmente en la época contemporánea puede plantearse eficazmente a través de la interpretación de estos vestigios. Elementos cercanos, no distantes, que los adolescentes pueden conocer, pueden hacer propios y les sirven para dar sentido a la comprensión del pasado que tienen que construir.



Del conocimiento y la valoración llegamos a la estética. No hay mejor manera de conocer y preservar algo, que cuando se considera bello. El paisaje histórico, tradicional de Ciudad Real cuenta con importantes valores estéticos, muchas veces singulares. Es nuestra misión educar en el gusto por la diversidad, en romper los cánones monolíticos que definen un paisaje hermoso. La apreciación entre la población de la belleza del paisaje, con sus elementos históricos que lo definen, sería un logro que verdaderamente garantizaría la conservación de todo nuestro patrimonio.


Por ahora tenemos que conformarnos con la imagen de desolación que, como si de la Casa de Usher se tratara, nos transmiten los muros de tapial que lentamente van deshaciéndose para volver a la tierra.


Gerardo Monsalve.

7 comentarios:

  1. Muy bien, Gerardo, te ha quedado muy romántico ese paseo que te has dado por las afueras de tu pueblo (es un decir), pero podías haber dicho dónde está. Y con su punto cachondo (enlace a mundorancio, no me lo esperaba). Respecto a Ciudad Real, anuncia mundorancio la sustitución de la Puerta de Toledo por un castillo hinchable: no es verdad, han colocado un portal de Belén, que para el caso es mismo. ¡Feliz año!

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    1. Jejejeje, ¡feliz año! Sí, en ese blog saben cómo reirse de lo decepcionante de esta ciudad. Siempre me he preguntado quién lo escribe, pero es un misterio que todavía no he logrado resolver.
      Gerardo.

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    2. Hombre, muy bonito, te pido que digas de dónde son las fotos y tú como si nada. Pues si no me dices de dónde son las fotos yo no te digo quién está detrás de mundorancio, ale, para que te chinches.

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    3. Perdona Agustín, que no había entendido tu pregunta. Por orden de aparición:
      1.- La Poblachuela (Ciudad Real).
      2.- Puente del Molino de Valbuena (Corral de Calatrava).
      3.- Casa a orillas del Guadiana, en el entorno de Peralbillo, llamada Colonia Vieja (Miguelturra).
      4.- Antigua central hidroeléctrica de Albalá (Poblete).
      5.- Molino de la Pedrosa, cerca de Alarcos (Ciudad Real). No es el del Puente Viejo de Alarcos .
      6.- La Poblachuela, cerca de la Vía Verde.
      Gerardo.

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    4. Ay!, Peralvillo con v, que lo he puesto con b...

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    5. Bueno, venga, te diré que mundorancio es de un profesor de derecho de la UCLM, pero no puedo decir más. A mí me parece una reconstrucción supercachonda de la época de la Restauración borbónica, que refleja muy bien el estilo de gobierno del PP en Ciudad Real.
      ¿Peralvillo o Peralbillo? No lo tengo claro

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    6. ¡Gracias por esa pista sobre el autor!
      Ahora Peralvillo se escribe con v. Sin embargo, como muchos topónimos, las letras han bailado a lo largo del tiempo y antes lo escribían con b.

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