Todos hemos tenido la sensación que cuando un profesor nos ponía una película en clase lo que realmente pretendía era no dar clase o rellenar esos días que faltaban para terminar el curso sin tener que iniciar un nuevo tema. Una de las ideas que hemos adquirido en estos días es que las imágenes pueden servir como apoyo a la explicación histórica como bien nos ha mostrado Agustín aunque en la práctica no todo el mundo lo aplique de la misma manera. Está claro que para que una película sirva como recurso didáctico, su visualización debe ser guiada por el profesor para descubrir los elementos que normalmente escaparían al espectador.
En esta entrada quiero destacar el valor de la película "Gran Torino" como recurso didáctico. Clint Eastwood, que tantas veces ha representado al primero de los héroes americanos, parece decidido a liberarse en su vejez de la imagen de vaquero todo poderoso de su juventud.
El vaquero que protagonizó tantas películas del famoso género western en los 60 representaba la imposición del hombre blanco americano sobre los pueblos indios, el dominio de las armas americanas sobre sus enemigos mostrando además como el todopoderoso hombre blanco podía decidir sobre la vida y la muerte a su alrededor. Se trata sin duda de una imagen propagandística de los ideales estadounidenses que se imponían durante la Guerra Fría pero también otras ideas como la homogeneidad de la sociedad americana, de raza blanca frente a los indígenas, afroamericanos u otras poblaciones emigrantes.
En Gran Torino, Clint Eastwood representa al protagonista Wall Kowalski, un anciano excombatiente que tiene interiorizados al a perfección los valores que primaban en los años de la Guerra Fría. Tras haber combatido en la guerra de Corea, había trabajado toda su vida en una fábrica de automóviles de Ford lo que se refleja en la adoración a su coche, el "Gran Torino" de 1972 que para el representa la perfección de la tecnología americana. Sin embargo, este americano de pro que vive en uno de los típicos barrios americanos de casas individuales con jardín y bandera americana ondeando en la fachada ve como su mundo cercano se ha llenado de poblaciones hmongs, afroamericanos, italoamericanos, latinos, etc, que rompen su ecosistema. Pero realmente el propio Wall es un sujeto aculturado puesto que es de origen polaco además de ser católico.
Wall Kovalski no entiende el mundo en el que se encuentra, pretende seguir siendo el justiciero americano que a punta de pistola puede poder orden sobre tribus urbanas y delincuentes callejeros.
Se ve rodeado de asiáticos que le devuelven a sus años de la guerra por lo que no le generan sino odio. Sin embargo, la soledad de verse viudo y poco atendido por sus hijos lo hacen relacionarse con sus vecinos hmongs. Al verse enfermo y sin la atención de sus hijos comienza a replantearse el mundo donde vive, cambia su carácter y empieza a asumir que el mundo donde creía vivir ha desaparecido. La sociedad americana donde creía vivir se ha desmoronado. Por un lado esta obligado a convivir con población de múltiples nacionalidades ya que hasta su doctor de toda la vida se ha jubilado y ahora le atiende una asiática, prefiere la comida que hacen sus vecinos hmongs a la suya y la poderosa industria automovilística de la Ford en EEUU se ha visto desplazada por vehículos más baratos de origen asiático. En definitiva, el mundo globalizado ha invadido su medio.
Sus intentos de poner orden ante los conflictos de sus vecinos asiáticos le demuestran que la superioridad y la autoridad que creía tener ya no sirve. El hombre blanco ya no puede mantener el orden en el mundo solo con la punta de su pistola.
En este punto empieza la verdadera destrucción del héroe americano. En primer lugar se arrepiente de haber matado a los jóvenes coreanos con los que se encontró en la guerra puesto que no podía sentirse orgulloso de aquello. Puesto que sabe que está gravemente enfermo, la única forma de acabar con el problema de sus vecinos y redimir sus culpas es sacrificarse por los hmongs, algo que jamás habría pasado por su cabeza semanas antes de manera que se deja disparar por toda la banda de hmongs que amenazaba a sus vecinos para que estos puedan ser condenados.
Realmente este hecho choca con toda la tradición del espíritu americano, el poder militar americano siempre imponía su justicia por la fuerza mientras que ahora debe asumir la derrota para garantizar el orden del mundo en que se encuentra. El pistolero americano no impone la justicia con su pistola sino que se deja disparar para que la justicia pueda actuar contra quienes tienen las armas.
Feliz Año nuevo a todos
César García Rodríguez
Bueno César, faltan etiquetas y, sobre todo, falta un enlace a la entrada que hizo un compañero sobre el spaguetti western. Por lo demás, es interesante la evolución de Clint Eastwood.
ResponderEliminarFeliz año uevo